Una vez se alimentó, me mira intrigado y tranquilo, no importándole mi cercanía.
Es más, hasta se echa una siesta.
Una vez despierta, empieza su osada andadura por el jardín.
Como no vuela, y anda a saltitos, una vez consiguió bajar de la piedra donde lo había colocado, se sube a esta otra, más de acuerdo con su tamaño.
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