A la cotorra de Kramer le sigue gustando la manzana tanto, que no le importa bajar a por ese trocito tan apetecible.
A veces los mirlos se le adelantan, y Kramer tiene que buscar la manzana por el jardín, o lo que queda de ella.
Ya en la caseta del árbol se lo toma con calma y saborea ese rico manjar.
Le lleva su tiempo, lo que me da a mí para fotografiarle y filmarle sin prisas.