Estos días la cotorra de Kramer, que viene desde hace ya casi cinco años al jardín de Elisa, no se mueve apenas del árbol ciruelo.
Se deja fotografiar sin salir volando cuando me acerco, esperando que le eche de comer.
Es curioso, si no hago movimientos bruscos, hasta le hablo y me observa, sin asustarse.
Me imagino, que haciendo tanto frío, lo de irse de por ahí de excursión lo deja para tiempos mejores.
Este invierno esta siendo duro, ya que demanda comida varias veces al día, me imagino que necesitará nutrirse para soportar el frío.